lunes, 15 de abril de 2013

La guerra contada en distintas obras II


Navalperal y Peguerinos
"Fracasado este intento de avance por el Alto del León, los sublevados intentaron el 19 de agosto tomar de revés la defensa republicana mediante un movimiento de flanqueo por la Sierra de Gredos. Fuerzas facciosas, mandadas por el comandante Doval, el sangriento verdugo de los mineros asturianos en octubre de 1934, atacaron a los milicianos de la columna Mangada, que operaba en el sector de Navalperal, desde Cebreros hasta Las Navas del Marqués.
Esta columna se había formado inicialmente sobre la base de las milicias socialistas del Puente de Segovia, comunistas del distrito Oeste, un grupo de empleados de telégrafos, etc. En la primera salida de la columna (antes de estructurarse como tal y de tomar el mando Mangada), un grupo de milicianos socialistas avanzaron en camiones hasta cortar la carretera Valladolid-Madrid. Apostados en esa carretera, cerca de Lebajos detuvieron en plena noche a dos coches con falangistas armados. De uno de ellos salió un hombre que, creyendo estar entre los suyos, gritó que él era el jefe de Falange de Valladolid. Era Onésimo Redondo. Allí mismo fue muerto por los milicianos.
Todos los intentos propagandísticos por asociar su nombre a los combates en el Alto del León son fantasías. Su única “acción de guerra” fue viajar en coche a decenas de kilómetros del frente.
Hacia el 26 de julio, aproximadamente, la columna Mangada ocupó la zona occidental de la Sierra de Guadarrama, extendiéndose hacia la Sierra de Gredos. El Estado Mayor se estableció en Navalperal de Pinares. La columna se engrosó con campesinos de El Tiemblo y otros pueblos serranos y con nuevos batallones de la J.S.U. y del 5º Regimiento: los batallones “Sargento Vázquez” y “Capitán Condés”, el “Asturias” y el “Aida Lafuente”, el “Largo Caballero” y “Pueblo Nuevo de las Ventas”,etc. La columna tenía también un tren blindado, que actuaba con eficacia.
El ataque faccioso del 19 de agosto fue desmontado en su fase inicial, en gran parte, por el fuego de la batería del capitán Salinas y la acción de siete aviones al mando de Hidalgo de Cisneros.
El 20 de agosto los facciosos repitieron el ataque, llevando esta vez en vanguardia a un tabor de regulares indígenas.
La escuadrilla de Hidalgo de Cisneros les atacó con la misma eficacia que el día anterior; un vigoroso contraataque de los milicianos puso en retirada a las fuerzas de Doval, que se desbandaron tomando el camino de Ávila. El pánico cundió de tal manera que los sublevados empezaron a evacuar aquella ciudad.
El general Mola envió a Franco un telegrama en el que decía:
“Para no continuar sacrificando inútilmente a mis fuerzas, suspendo la operación hasta que no reciba refuerzos de aviación”.
Mangada no supo aprovechar esta victoria para progresar hacia Ávila y se conformó con avanzar sus posiciones hasta Punta Mapa, a pesar de no tener delante enemigo a muchos kilómetros. Esta concepción estática de la guerra anuló las ventajas que proporcionaban a Mangada la alta calidad combativa de sus fuerzas y su situación privilegiada en un flanco abierto del enemigo.
Rehecho el Primer Tabor del 4º Grupo de Regulares de Larache de la derrota sufrida en Navalperal, asestó un golpe por sorpresa en el sector de Peguerinos.
El 29 de agosto, los soldados marroquíes del coronel Martínez Zaldívar, junto con fuerzas de la guardia civil y requetés de Pamplona, pasaron por sorpresa el puerto del Boquerón, débilmente guardado, y cayeron sobre Peguerinos. Las tropas moras entraron a cuchillo en el pueblo, degollaron a los hombres, haciendo víctimas de odiosas violencias a las mujeres y saqueando los humildes hogares campesinos. El flanco izquierdo de los defensores del Guadarrama quedó amenazado. A tapar la brecha acudieron los batallones “Octubre I”, al mando de Etelvino Vega, y “Octubre II”, a las órdenes de Fernando de Rosa, que murió heroicamente en ese frente unos días más tarde.
Bajo el mando de Modesto, acudió desde Navacerrada una columna compuesta de dos compañías del batallón Thaelmann y de una compañía de guardias de asalto; de Guadarrama vino Márquez al frente de una compañía del batallón de “La Victoria” y de Navalperal, una compañía del batallón “Largo Caballero”.
Las fuerzas milicianas arrollaron las defensas del enemigo, que fue cercado en el pueblo y destruido después de una lucha encarnizada. El tabor quedó totalmente aniquilado. El frente de Guadarrama se estabilizó definitivamente, después de un mes largo de combates ininterrumpidos.
En su conjunto, la primera batalla por Madrid había terminado con el fracaso de los facciosos y con un éxito táctico importante de la República.
Este resultado fue el fruto del sacrificio y de la abnegación de millares de obreros y campesinos, de empleados, estudiantes e intelectuales. En el fuego mismo del combate, estos supieron crear una organización militar que, aunque primaria y defectuosa, fue capaz de detener a las unidades del ejército faccioso de Valladolid, Segovia, Pamplona y Burgos, a las tropas mercenarias de África y a los destacamentos de falangistas y de requetés.
La gran gesta de la Sierra fue la gesta del pueblo. En ella ocuparon un lugar destacado las compañías y batallones organizados por el Partido Comunista y por la Juventud Socialista Unificada. Estas unidades mantuvieron los sectores más duros y arriesgados de la defensa, contagiando a todos con su ejemplo de acometividad, de disciplina, de conciencia revolucionaria y de espíritu de sacrificio.
En los combates de la Sierra se templó el 5º Regimiento. Sus unidades introdujeron allí un orden militar democrático, incorporaron a sus filas a miles de milicianos dispersos, desarmaron y enviaron a la retaguardia a los que no querían combatir; establecieron puestos de control en la zona del frente, abrieron puntos de reclutamiento y de instrucción en los pueblos campesinos, crearon de nueva planta los servicios de intendencia, de sanidad y de municionamiento.
Todo este esfuerzo combativo y ordenado del 5º Regimiento dio solidez y estabilidad al frente y proporcionó cauce eficaz a aquel portentoso heroísmo de masas con que el pueblo respondió a las columnas de Mola.
Al lado del pueblo, las filas del 5º Regimiento y de otras unidades, lucharon con abnegación y valentía millares de soldados y guardias de asalto.
Militares patriotas como el capitán Benito, el capitán de asalto José Fotán, los de infantería Landa, Terán y López Paredes, el comandante de infantería de marina Ristori, los coroneles Puig y Castillo, y tantos otros, caídos en esos primeros combates, quedan en el recuerdo de la Patria como ejemplo de lealtad y de fidelidad a la República." 

Ibárruri, Dolores [et.al.], “Guerra y Revolución en España. 1936-39”. Tomo I. Editorial Progreso. Moscú. 1967.(pp. 279-281).

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